Termino de
leer un par de artículos relacionados con la actitud ante ésta, “La Crisis”, y
me quedo con una frase:
"No es bueno trabajar con gente cabreada."
Tiene razón, cabrearse duplica el trabajo.
Cómo no
cabrearnos? Llevamos ya cuanto con la dichosa crisis? Primero no sabíamos ni
qué significaba; luego creímos que sería pasajero; más tarde que iba para largo
y era francamente serio; y así, con el cuento, al menos 4 años que terminan por
minar los ánimos de cualquiera y generar un estado de colectiva depresión.
Y de ahí a la
evasión. No queremos escuchar ya más noticias al respeto. Deambulamos atónitos
esperando un milagro.
Un estudio
acerca de los despertares de portugueses y españoles concluye que si bien los
primeros ya se han adaptado a sobrellevar
la crisis, afrontándola con una mirada objetiva y realista, adoptando conductas
pragmáticas y funcionales; los españoles muestran una tendencia al ahorro y reducción en el consumo, pero tienen
un comportamiento más evasivo de la realidad, manteniendo rituales hedonistas
en las rutinas cotidianas. A lo mejor, pensar que podemos seguir
disfrutando igual que antes, nos sirve, pero sólo momentáneamente… “eso” sigue
ahí… hasta que lo entendamos y decidamos “ponernos las pilas”.
Algunos
medios y voces se levantan para mostrarnos cierto positivismo, dando ejemplos de éxito, y animando al cambio hacia una actitud positiva. Más aún
demasiado tímidos, como para no “molestar” a las masas que sufren hipotecas,
paros y demás historias. Su pura y sencilla realidad.
Quizá en
lugar de eso, de restregarles ante sus narices cómo “algunos pueden (y tú no)”,
sería más conveniente explicar que eso de agarrarse a la silla ya no vale. Que
el cambio debería provenir de cada individuo, y en cualquier caso, como parte
de la responsabilidad social, deberíamos apostar por la formación. Empezando por las
pequeñas cosas… por ejemplo, aprender (o re-aprender) a gestionar la economía
doméstica. Quizá.
Ref.
Opinión
economía, La Vanguardia. (19/3/2012).
No hay comentarios:
Publicar un comentario